Pinareño… ¿y qué?

calle_pinar_genteAunque muchos tildan de «bobos» a los nacidos en la cola del caimán cubano, sus hijos desmienten con hechos fehacientes toda habladuría despectiva.

¿Ha sido usted en algún momento el centro de todo? Si es espirituano, habanero, avileño o matancero, tal vez no haya tenido la suerte de sentirse «importante». ¡Ah!, pero si proviene de la más occidental de las provincias cubanas, es poco probable que no conozca la experiencia.

Lo cierto es que donde llega un pinareño detrás viene el «chucho», porque «dejaron una concretera dentro de un cine», «construyeron una discoteca en la planta alta de una funeraria», «ponen el teléfono en el piso para que no se caigan las llamadas», o «cuando van a tumbar mangos, suben a la mata, los tocan, y si están maduros, bajan a tirarle piedras».

Pero esta visión del pinareño no es nueva, se remonta al siglo XVIII, cuando a la entonces Cenicienta de Cuba emigraron canarios, húngaros, gallegos, y junto a ellos todo un historial de cuentos que, poco a poco, pasaron a formar parte de la idiosincrasia vueltabajera.

Según Juan Carlos Rodríguez, historiador de la ciudad de Pinar del Río, fue un español, don Leandro González Alcorta quien, a finales del siglo XIX, llevó a cabo una campaña contra la subestimación a los pinareños, y se convirtió en el primero en defenderlos. Ese catedrático escribió una obra que los enaltece y dignifica en la historia: Vueltabajo, intelectual y mambí.

La historia de Macondo
La hospitalaria de Cuba, como también se le conoce, tiene leyendas para llenar cientos de libros, y ha dado a luz muchos hijos ilustres, entre quienes figura la Capitana de Occidente, Isabel Rubio; el comandante Pinares; los Malagones; los hermanos Saíz; el novelista Cirilo Villaverde; los cantautores Pedro Junco y Polo Montañez; Enrique Jorrín; el pintor Pedro Pablo Oliva; Nersys Felipe; los peloteros Rogelio García, Omar Linares y Luis Giraldo Casanova; el doctor Rodrigo Álvarez Cambra; el ministro de Cultura Abel Prieto; el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés. Y fue el vientre de una pinareña de «pura cepa», Lina Ruz, quien trajo al mundo a Fidel y a Raúl.

La gran mayoría de los entrevistados coinciden en que los habitantes del más occidental de los territorios cubanos son hospitalarios, sinceros, solidarios, bondadosos, con un gran sentido de amor al terruño, humildes, amigables, alegres, desinteresados, nobles, honestos, educados y muy atentos.

Pedro Pablo Oliva, Premio Nacional de Artes Plásticas, da fe de ello: «No somos bobos, como manifiestan muchos, sí un poco distraídos. Es el misterio de vivir en un mundo ingenuo, propio de los pueblos de campo, aunque dicen que los ´guajiros´ son sabios, pero a veces nos dislocamos un poquito. Tal vez la manera sana de relacionarnos con los demás, frente a los de una mentalidad más maldita, nos tilda de tontos ante los ojos de los otros. Realmente no es así».

Jardiel González, humorista, natural de la más occidental de las provincias cubanas y devenido habanero, confiesa: «Me gusta que piensen que por ser de Pinar del Río soy medio ´mongo´. Yo aprovecho eso y de veras he tenido buenos resultados».

Difamar de los pinareños se ha convertido en una tradición popular. Iván Camejo, director del Centro Promotor del Humor, afirma que «todos los países tienen una región a la cual le achacan estos comentarios. Por ejemplo, en Venezuela los gochos pagan los platos rotos; en México, los campechanos; en España, los vascos y gallegos; en Reino Unido, los irlandeses.

«Los nacidos en Pinar del Río – continuó – no tenemos menor coeficiente intelectual, sólo nos utilizan como un patrón dentro del humor para tener un referente, pero no es nada peyorativo. Somos el punto de partida para contar una historia, nada más».

Pedro Viñas Alfonso, director del periódico Palante, critica la forma despectiva de referirse a los suyos: «Todo lo dicho sobre los pinareños es por pura envidia. Yo me río de esas barbaridades y estoy muy orgulloso de haber nacido en Pinar, a mucha honra y en pantalla panorámica. Los humoristas ´pujones´ y muy poco creativos fusilan chistes de otras nacionalidades y se los atribuyen a los vueltabajeros. No les guardo rencor, simplemente a cada uno le envío un abanico al infierno para echarse fresco. Esos ´graciosos´ son unos pesados».

Dicen las malas lenguas…
Una de las tantas…Los pinareños ponen una escalera en la orilla de la playa para que suba la marea. Otra más…Un muchacho se fracturó la muñeca y no le quitaron el reloj al ponerle el yeso. A la tercera va la vencida…Una delegación de pinareños llega de viaje a Jamaica y al ver el cartel «Welcome pinareños», se niega a bajar del avión. Cuando preguntan el motivo, ellos, temerosos, responden: «Mientras no capturen a Wel no bajaremos, nos va a comer».

Pedro Pablo Oliva fue un día a comprar naranjas y pidió tres libras. Al ponerlas en la pesa, el dependiente se percata del exceso de algunos gramos. Dispuesto a cumplir con el precio, toma una, la pica por la mitad y bota el pedazo sobrante.

«Los que se acomplejan por todas las habladurías carecen de sentido común. Hay quienes se sienten inferiores porque los pinareños hacen y deshacen. El que se ponga esa camisa está embarca´o», comenta Jardiel.

Para Camejo siempre hay quien se ofende mientras otros disfrutan el chiste: «Todos no asimilan los mensajes de la misma manera. Ahí es donde el humorista debe tener mucho tacto, para no parecer agresivo. Pero no debemos renunciar a una parte tan rica del humor, como es el absurdo».

Viñas propone tomar partido en el asunto: «Seamos inteligentes, cuando recibamos chistes por Internet, vamos a cambiarle el gentilicio. Si no queremos más burlas todo depende de nuestra habilidad para transferir la carga, ya va siendo hora de quitarnos esa sal de encima. La culpa es mayormente nuestra, nos hemos dejado robar la iniciativa».

Sin embargo, para Katherine Romero, cienfueguera de visita en la Princesa de Cuba, los «vegueros» -ente social histórico más visible de la región- nunca perderán la «fortuna» heredada de sus antepasados: «Es muy difícil cogerla con otra zona del país. El pinareño es muy buena gente y hay quienes se aprovechan de ello. Mientras en otros lugares la maldad aumenta, en la ´cola del caimán´ todo sigue igual. Ellos nunca van a dejar de ser así. El dedo siempre lo van a tener encima».

Reina Hernández es de las pinareñas que sufre al ser discriminada cuando sale de su lugar de origen: «Tienen que hacernos un pedestal, no es fácil aguantar tantas ofensas. Lo mismo en Matanzas, Holguín, o en Santiago de Cuba me miran como si fuera una ´cosa rara´. Somos el ombligo del mundo. Nos ´quieren´ tanto que ni los ciclones pueden pasar sin hacernos la visita».

Pero también hay otros, como Lucio Bencomo, escritor vueltabajero, autor de libros sobre situaciones protagonizadas por sus coterráneos, que aman tanto la patria chica como la grande: «Para mí, Cuba y el mundo es una sola cosa: Pinar del Río. Por su belleza, por su naturaleza, por su gente. En mi tierra hay de todo y para todos: hombres y mujeres de verdad».

«En la más hospitalaria de las provincias cubanas José Martí conspiró en 1879, y descubrió que era ´tierra buena para pelear´; Antonio Maceo libró importantes batallas; Antonio Guiteras vivió desde 1914 y Julio Antonio Mella culminó el bachillerato. Ahí estuvo el Che durante la invasión mercenaria por Playa Girón y cuando la Crisis de Octubre, y se preparó antes de partir para Bolivia», expresó Juan Carlos Rodríguez.

«Prosiguió, de los asaltantes al Palacio Presidencial 16 eran pinareños, entre ellos el más joven, Ormani Arenado; nueve de los expedicionarios del Granma; 40 de los combatientes del Moncada, a los cuales Fidel calificó como el mejor contingente de hombres de dicha acción revolucionaria».

Se permuta
Dicen los chistosos que los pinareños son orientales que venían para La Habana, siguieron de largo y fueron a parar a los remates de Guane, y aún piensan que viven en la capital. Por otra parte, cuentan que Cuba estaba unida a México por Pinar del Río, pero la explosión del Big Bang la separó.

Sin embargo, Camejo quedó impresionado cuando, a principios de la década de 1990, llegó a La Habana para estudiar: «Asomado al balcón, instantáneamente me enamoré de la noche capitalina, y pensé entonces que debí haber nacido en esa provincia. El encanto de la ciudad me atrapó desde el primer día».

A Viñas, en cambio, le gustaría nacer nuevamente en Pinar del Río: «Yo me siento tan habanero como vueltabajero, pero no olvido mis raíces, yo no renuncio a mi nido».

Pedro Pablo no está en contra de la emigración pinareña: «Es bueno que nos dispersemos, como lo hicieron los judíos una vez. Me he encontrado coterráneos en Madrid, en Canadá.

Pero siguen portando nuestra marca imborrable y las mismas tradiciones, somos inconfundibles. Yo sí no me muevo de aquí, toda mi obra la he realizado en este pedacito de mundo. Siempre que viajo trato de regresar pronto, extraño mucho lo mío».

Y bien decía Bencomo Valle en su libro Cosas de Zutano: «Humor regionalista, dos caras de una misma moneda. Los cubanos somos humoristas por naturaleza, como si lleváramos en los genes el don de buscarle a todo su contrapartida y de sacar sonrisas de su propia desgracia. Los chistes de corte regionalista no pueden faltar, así el pinareño se convierte muchas veces en el protagonista de situaciones ridículas y exageradas (…)».

Según él, es innecesario atribuirle a una región equívocos o azares, pues el mito geográfico es la proyección de una imagen tradicionalista que pasó de una generación a otra, arraigada a las raíces de todo un pueblo: «Como dice el refrán: cría fama y acuéstate a dormir. Sin embargo, los vuelta-bajeros dan pruebas fehacientes de lo que son capaces, salen de las sombras y trascienden a la posteridad e inscriben sus nombres en la eternidad».

Autora: Karlienys Calzadilla Padilla

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