Ellas son privilegiadas, tienen un castillo. Por las tardes les permiten salir a revolotear, a descubrir el paisaje que las circunda y en aunque en ese momento son libres retornan siempre a su hogar. En el cielo hacen piruetas y después de agotado el deseo de volar, vienen a posarse por todos los lugares, se arrullan, se besan y después esperan pacientes que las alimenten y que disfrutemos de su presencia.
Castillo del Parque de las esculturas del proyecto Fidias en Pinar del Río.