En las noches frías de luna llena

Canela, es una perrita vagabunda

De Canela ya he hablado antes. Se me desborda el corazón de cariño por esa perrita tan noble e inteligente. Llegó a mi barrio hace años y se quedó. Lo cierto es que entre algunos la alimentábamos, le dábamos cariño y velábamos porque estuviera fuerte y saludable.

En el cabaret Criollo consiguió, sin pago alguno, la plaza de custodio, pues día y noche ayudaba a cuidar del local en reparación y hacía compañía a quienes laboraban en ese centro. Escondida en el foso del escenario parió varias veces y el jardinero era como su fiel escudero.

Aproximadamente a las 8 de la noche iba para mi casa en busca de comida, jugaba un rato en el portal y al poco tiempo nos miraba como diciendo: Tengo que ir a trabajar.

Todos nos acostumbramos a verla cada día, a sus retozos, a la mirada lánguida, la mordidita en las manos sin hacer daño, a sus zalamerías y ladridos cuando quería jugar.

Hace tres meses comenzó a ladrar con dificultad, después se notaba decaída y un veterinario certificó que tenía el moquillo canino. Por un momento pensamos sacrificarla para que no sufriera más, pero por suerte Canela mostró que era  una luchadora, tanto, que comenzó a mejorar y dejamos de darle los medicamentos y los alimentos con una jeringuilla.

Con esfuerzo supremo logró vencer a la enfermedad, y aun con secuelas volvió a hacer sus recorridos por el barrio, sus guardias en el cabaret y sus rutinas diarias.

Mi hija y yo nos fuimos de vacaciones a Santiago de Cuba pero el jardinero prometió velar por ella, lo que nunca imaginé es que en esa etapa volvería a entrar en celo y con ello viniera otra etapa de dolor para ella.

Como si la enfermedad hubiera aumentado ese olor del celo entre los perros, la agobiaron canes pequeños y grandes, quienes se la disputaban a todas horas. Según me cuentan a mi regreso, los ladridos acompañaban las frías noches de luna llena.

Lo que más me duele  fue la insensibilidad de la gente, de esos mismos que ayudaron y  buscaron inyecciones y pastillas para que se mejorara. Frases como: “esa es la perra más puta…” se escuchaban,  y como el jardinero estaba enfermo, Canela se vio sola y desprotegida.

En resumen, la perra en celo ya molestaba, afeaba el entorno y a su regreso, al jardinero le dijeron que se la tenía que llevar de allí, o iban a mandar a buscar el carro que recoge a los perros vagabundos, y sabemos cuál es el final de esas mascotas.

Él la amarró con una soguita y se le llevó quien sabe a dónde, aunque en su casa no tiene las mínimas condiciones para tenerla.

Me desgarró toda esa historia, y me pregunto cuántas perritas como Canela andan deambulando, sufriendo todo tipo de violencias, pariendo aún enfermas, y todo porque no hay quien se ocupe de esos perros vagabundos, ni de hacer esterilizaciones masivas, como promueve el Equipo PAC en la ciudad de La Habana.

Ya es hora que Pinar del Río se sume a estos proyectos más humanos, que involucran y promueven el amor por los animales.

El desamor no puede seguir imperando. Es más fácil voltear los ojos y no preocuparse del dolor ajeno, pero a la larga el dolor trae más dolor e insensibilidad. Recordemos que: “La indiferencia endurece el corazón y es capaz de eliminar cualquier rastro de afecto”.

perros callejeros, hasta cuándo la indolencia con estos animales

Sería beneficio hacer la esterilización de las perras y así se evitan los perros vagabundos

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