Desde niños corretéabamos por los campos de tabaco jugando al escondido o haciendo travesuras; el pelo se ponía duro por la melusa, los pies negros de la tierra y la risa desbordaba los atarcederes. Niñas y niños pasábamos horas entretenidos buscando piedras bonitas en el río seco, haciendo coronas de flores para adornar el cabello o sencillamente, riñendo por cualquier motivo. Sigue leyendo
vegas
Miguel Rivera: un hombre de campo
Desde pequeño correteba por los campos de tabaco de su papá, su pelo se endurecía con tanto juego entre las verdes hojas y la frialdad de la tierra la apresaba en sus pies como si fuera un tesoro. De esa etapa heredó el amor por esas vegas, hasta el punto que dijo que siempre iba a ser campesino y lo cumplió. Sigue leyendo
Pobre del que no tenga recuerdos ni sueños
Pobre del que viva sin recuerdos, que no se aferre a cada detalle de la niñez o de otra etapa de su existencia, además de vivir el presente intensamente.
A pesar de ser hija única, nunca fui una niña común y corriente, una hijita de mamá y papá engreída y malcriada, eso sí, era bien traviesa y mis amistades siempre preferí que fueran varones. Los campos de tabaco fueron testigos de correrías, de regaños de mi mamá por llegar con el pelo endurecido de la melusa del tabaco y el río surtía un efecto de magia en mí. Sigue leyendo